Habían puesto una valla larguísima de cemento y acero a la que llamaban el Muro de Berlín, que separaba el mundo en dos partes: la de los comunistas, y la nuestra de Occidente, que era la buena.
Los riquísimos del mundo, que principalmente eran los de los Estados Unidos de América, o sea Norteamérica, aunque Canadá también está en el norte, no se atrevían a intentar su ansia de dinero y expansión para aumentar su riqueza en otros países, porque los del otro lado, es decir, los comunistas, mandaban tanto como nosotros y no lo permitían. Era lo que se llamaba la guerra fría, en la que unos tenían miedo de agredir a los otros. Así, el mundo marchaba bastante bien.
Peo un día alguien decidió saltar la valla y luego muchos más y hubo que derribarla, porque la unión de países comunistas empezó a romperse. Y entonces los ricos perdieron el miedo y se lanzaron a hacer negocios por todo el mundo.
Primero sobornaron a los países que tenían petróleo, porque ellos tenían mejores ingenieros.
Luego ocurrió una cosa que se llamó globalización, que consistía, porque la comunicaciones avanzaron muchísimo, en que todos los países que eran ricos se reunían para conducir y explotar el mundo como ellos querían, sobre todo los Estados Unidos que eran los que más mandaban. Hubo muchos ciudadanos, casi todos jóvenes, que se oponían y hacían manifestaciones y rompían escaparates cada vez que los ricos se reunían en cualquier parte. Pero éstos tenían unos policías estupendos que impedían cualquier cosa más seria y además baldaban a porrazos a los jóvenes que protestaban. Y además los ricos no mataban de hambre a la gente y le permitían vivir sin que tuviesen que hacer revoluciones.
Y los ricos empezaron a ser más ricos y más poderosos. Tanto que mandaban sobre casi todos los gobiernos, porque ya el miedo a los comunistas que había servido de contención había desaparecido. Y éstos también empezaron a enriquecerse, organizados en mafias.
Entretanto, si hacía falta, había algunas guerras menores que además de para acabar las protestas, servían para ganar muchísimo, pero muchísimo, dinero con la fabricación de armas de gran potencia.
O sea que ya controlaban el mundo, y como su ambición no tenía límites, sembraron el miedo y consiguieron que la gente estuviera muy asustada. De ese modo la manipularon y la sometieron, porque además la gente era inculta y resignada. Sus negocios eran infinitos y lo que era el capitalismo empezó a arrasar cada día con más fuerza. Les permitían a los ciudadanos comprarse cosas, incluso los estimulaban, pero en unas condiciones que los convertían en esclavos del siglo XX. Pero la gente estaba contenta porque podían vivir bastante bien, hasta que se dieron cuenta de que no podían pagar lo que habían comprado, y entonces se empobrecieron. Pero ya no había manera de cambiar las normas.
De repente surgió China, que eran comunistas pero que como eran millones y millones y trabajaban una brutalidad en condiciones infrahumanas, empezaron a infundir respeto y bastante miedo. Así, todo el mundo quería y quiere ser amigo de los chinos, que también empezaron a vender sus cosas por el mundo.
Lo que consiguieron los ricos es que el poder político dejase de existir. Mandaban ellos, escondidos en foros mundiales privativos y muy importantes, como uno que se llama Club Bilderberg.
La gente, claro, empezó a vivir peor y cada vez con más miedo, y todas las barbaridades que habían cometido los ricos se las hicieron pagar a los pobres y menos pobres, de modo que se ha pagado y se está pagando con las lágrimas inútiles del desgraciado, que creen que tienen algo porque tienen un móvil y un piso hipotecado y tiene miedo a perderlo, así que no les queda más remedio que resignarse. Los logros sociales de los últimos 30 años se están yendo al cuerno, y no sé si vamos hacia una nueva Edad Media con amo. Van de país en país, como cuervos elegantes, y ahora parece que le toca a España. Y frente a eso no queda sino rendirse.
Y en ésas estamos.
Arturo González
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